Los alumnos de 5ºA y 5ºB visitaron el Cementerio de la Recoleta el día miércoles 13 de junio.
Durante la mañana fresca y nublada, el guía nos contó las distintas historias de las personalidades más conocidas que descansan en el cementerio.
El predio tiene 4780 bóvedas distribuidas en 54 843 metros cuadrados, 80 de las cuales fueron declaradas Monumento Histórico Nacional. El cementerio alberga varios mausoleos de mármol, decorados con estatuas, en una amplia variedad de estilos arquitectónicos. Se halla organizado en manzanas, con amplias avenidas arboladas que dan a callejones laterales donde se alinean los mausoleos y bóvedas. Existe una amplia rotonda central de donde parten las avenidas principales, con una escultura de Cristo realizada por el escultor Pedro Zonza Briano, en 1914.
Cada mausoleo presenta el nombre de la familia labrado en la fachada; generalmente se agregan al frente placas de bronce para los miembros individuales.
Iglesia Nuestra Señora del Pilar. Terminada en 1732 con altares ornamentados y un pequeño museo de arte religioso |
En el frente, sobre las columnas, se inscriben los primeros símbolos de la vida y de la muerte, representados en once alegorías: El huso y las tijeras: el hilo de la vida que se puede cortar en cualquier momento. La cruz y la letra P: la paz de Cristo en los cementerios. La corona: voto de recuerdo permanente. La esfera y las alas: el proceso de la vida y de la muerte que gira incesantemente como la esfera. La cruz y la corona: la muerte y el recuerdo. La abeja: la laboriosidad. La serpiente mordiéndose la cola: el principio y el fin. El manto sobre la urna: el abandono y la muerte. Las antorchas con llamas hacia abajo: la muerte. El búho: el vigilador, y según algunas creencias, anuncia la muerte. El reloj de agua o Clepsidra: el transcurrir del tiempo o el paso de la vida.
Tumba de Abel Ayerza |
Visitamos la tumba de Abel Ayerza (nombre de nuestra escuela), el nieto del médico vasco Toribio de Ayerza, quien realizó la primera traqueotomía en el país. En 1931, cuando Abel Ayerza iba a una fiesta en el sur de Córdoba, fue víctima del primer secuestro organizado por la mafia siciliana; tuvo la mala suerte de reconocer a uno de sus captores y lo mataron. Cuentan que a partir de ese momento, la policía no paró hasta esclarecer el hecho.
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